lunes, 9 de mayo de 2011

La pareja empieza por uno mismo

Para que aumente la probabilidad de que una pareja se forme y se desarrolle de manera satisfactoria, hay que tener claro, en primer lugar, lo que uno quiere y lo que uno es, independientemente de la persona con la que estemos.
Una forma de saber lo que uno quiere puede ser revisando lo que uno no quiere, y en concreto, aquello que no podría soportar en una relación de pareja. Tal vez sean cuestiones tan sencillas como que el otro fume, beba alcohol, o tenga algún hábito o característica física o personal incompatible con uno mismo.
Más adelante podemos contrastarlo con lo que sí nos gustaría vivir en una relación afectiva, partiendo del presupuesto de que tenemos todas las necesidades cubiertas. A partir de ahí, pasamos a definir qué es lo que no dejaríamos de hacer, o qué actividades nos producen más satisfacción, ilusión, diversión o bienestar.
Explorar lo que uno es incluye explorar los puntos débiles, los fuertes, e incluso los inexplorados o aún desconocidos. Tenemos que ver, a partir de este análisis, si otra persona podría enamorarse de nosotros, o bien pensar qué podemos aportar a una relación, presente o futura.
Aceptarse a uno mismo como es, e incluso diseñarse a su propio gusto, es un trabajo que precisa atención diaria.
Generalmente suelen pasarse los días sin que seamos apenas conscientes de lo que decimos o de lo que hacemos, de nuestro aspecto, de nuestros sentimientos, si bien solemos ser rápidos a la hora de emitir juicios sobre los demás.

Analiza la situación
Si lo que echamos de menos en nuestra vida es una relación de pareja, no estaría de más analizar nuestras expectativas en relación con la persona que queremos, por lo menos antes de lanzarnos a lo primero que pase.
Es imprescindible saber qué deseamos que esa persona aporte a nuestra vida, o qué nos gustaría vivir con ella física, intelectual, o emocionalmente. De esta manera, compartiendo con el otro lo mejor de uno mismo, será más fácil seleccionar, con acierto, a la persona con la que iniciar una relación más íntima. También esperaremos que ocurra lo mismo de forma recíproca. Una vez que sabemos el tipo de persona con la que queremos estar, ya podemos plantearnos dónde y cómo conocerla, qué se espera detectar en ella, y qué deseamos que conozca de nosotros mismos.
Intentaremos entonces facilitar las condiciones para que la relación transcurra de la mejor manera posible.
No es aconsejable entrar en una relación de pareja esperando que la otra persona aguante de nuestra forma de ser lo que ni siquiera nosotros mismos soportamos, y encima pretender que la relación vaya a salir bien.

Asume un fracaso
Además de observar lo que hacemos y decimos, lo más importante es analizar lo que pensamos, cómo nos tratamos, es decir, cómo nos hablamos y cómo convivimos con nosotros mismos. La idea de la felicidad suele representarse en compañía de otro, del que se espera estar enamorado. Sin embargo, no podemos responsabilizar a los demás de nuestra felicidad.
Cuando dos personas se unen, y se complementan tanto a nivel individual como a nivel de pareja, la vida resulta más fácil, más divertida y más placentera.
Una última realidad que hay que asumir es que el propio desarrollo personal implica aceptar la posibilidad de que la relación no funcione. Si así es, lo mejor es interpretarlo de la mejor manera posible, como una opción más, y estar en paz con ella. Dejemos de lado los enfados y las obsesiones por lo que se podría haber conseguido o por lo que finalmente no ha sido posible.
Si uno es capaz de convertirse en su mejor amigo, e intenta sacar lo mejor de cada situación, y rodearse de buena gente y de buenos actos, no le faltará felicidad a su lado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario